Se han pasado las vacaciones de Navidad, tiempo de paz y esperanza. Como decía Vincent Peale “La Navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y más hermoso”. Una vez pasado este tiempo volvemos a la saciedad, a la carga, al asqueo, porque al final amigos y a la vista de lo que uno lee y ve, es lo que el ser humano pide, unas veces por puro masoquismo y otras por ignorancia.
Hoy hablaré de un tema que me dejó tocado y causó una desagradable impresión. El asesinato del policía de 28 años en la estación de Cercanías de Embajadores a manos de un inmigrante de origen marfileño. El policía realizaba su trabajo de identificación cuando fue arrojado a las vías del tren por este individuo al paso del convoy. Este sujeto por lo visto había sido detenido en numerosas ocasiones por delitos de todo tipo, actos tan normales como saltarse los tornos de acceso, amenazas e insultos a los agentes e incluso en otra ocasión había intentado arrojar a otro policía a las vías. O sea que lo estaban amonestando por comportamiento ejemplar.
Pero lo que me ha dejado tocado de este caso no es el hecho en sí, condenable y asqueroso, sino la reacción posterior de la gente. De algunos ciudadanos y sobre todo de aquellas organizaciones o asociaciones que a diario nos inundan, invaden y martirizan con sus mensajes de solidaridad, ayuda y cooperación. Por no hablar de todos aquellos energúmenos que apoyándose en las redes sociales, porque no tiene los huevos para hacerlo de otra manera, tuvieron la poca vergüenza de hacer comentarios crueles sobre el hecho, que no voy a reproducir aquí para no engorilarme aún más. Recordarlo me produce vergüenza y asco.
Y ahora pregunto ¿Dónde estaban todas estas mega solidarias organizaciones al día siguiente del cruel asesinato mostrando su apoyo y solidaridad con los compañeros y familiares de este pobre hombre?...Yo no vi ninguna...¡¡Ah perdón qué era un policía¡¡...Que no se trataba de una mujer, niño o negro subido a una valla. Era un policía, un ciudadano cuya misión es salvaguardarnos y protegernos contra los criminales, violadores y pederastas que pululan por nuestras ciudades. Que rescatan con frecuencia a los desdichados subsaharianos que llegan moribundos en las pateras, arriesgando en ocasiones sus vidas para hacerlo. Estas deben ser la razones por la que este pobre chico no solo no se mereció ni un minuto de silencio, ni un segundo de condena por las llamadas asociaciones de “derechos humanos”, sino que además recibió insultos postmortem. Acusándole algunos de haberse pasado con el pobre marfileño. Cuando simplemente estaba realizando las tareas inherentes a su condición de policía, o sea velar por la seguridad de todos nosotros.
¿Pero en qué mundo vivimos por Dios?. Qué pasa, que para ser reconocido como humano y tener algún derecho o reconocimiento, has de tener tetas, medir menos de 1,30 o ser negro...¡¡Vamos hombre!!...A la vista de lo que uno lee y ve, parece que sí. Estas asociaciones parecen que defienden lo fácil, lo políticamente correcto y rentable en términos lacrimógenos, la demagogia fácil. Señores me da igual el género, la talla, el peso, la profesión, la afinidad política, condición sexual, tamaño de su miembro, nacionalidad u origen, e incluso la religión que profesen, la muerte de cualquiera de ellos en estas condiciones es condenable y se merece todo el respeto. Así es para mi y no pertenezco a ninguna asociación, ni se me llena la boca de proclamas sobre las libertades y los derechos humanos.
Ayer en el atentado en Francia también murieron dos policías en acto de servicio, así como varios periodistas del medio escrito Charlie Hebdo que defendían en su publicación la libertad de prensa. Sigan mis queridos occidentales tan papanatas, ciegos y mequetrefes. Sigan mirando para otro lado, sigan criticando la dureza de un policía y no condenando el asesinato de este. Tal vez y espero equivocarme, algún día los actos que ocurrieron ayer en Francia, y que sucedieron aquí no hace mucho, pasen de nuevo y se cansen ustedes de reclamar la presencia de un policía, compañero del fallecido en las vías del tren como un perro. Lo que muchos de ustedes han practicado es desconsideración, es egoísmo barato. Es mirar hacia otro lado.
Decía Jovellanos: “El verdadero honor es el que resulta del ejercicio de la virtud y del cumplimiento de los propios deberes”. Descansa en paz Francisco Javier.
Sirius&Pichón
Muy buen comentario. Han reflejado ustedes lo que es la cruda y dura realidad de este país.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con lo que dicen. no me quiero ni imaginar lo que hubiese pasado si el muerto es el marfileño. Hoy estaria Madrid tomada por los antisistema.
ResponderEliminarEl mundo al revés !!, ..por desgracia siempre hay algún individuo que se cree muy progre por defender lo indefendible. La pena es que no les toque a ellos recoger lo que cultivan.
ResponderEliminarMi solidaridad con el Cuerpo Policial.