miércoles, 15 de octubre de 2014

Pásala otra vez Sam

Hoy me gustaría hablaros de Bankia. Esa vergüenza nacional, aún más letal que el Ébola y la tasa de desempleo. Para ello me he tenido que tomar un chupito de Bourbon, y poner en el iPod esa canción remanso de paz, que es el On the Beach de Chris Rea. Sin ellos podría engorilarme y entrar en ebullición. 
Conozco el sistema financiero español, porque estuve nueve años trabajando en él. Mundo salvaje y deshumanizado, donde los lobos han reventado el traje de cordero y los números son lo único que cuenta. Y como consecuencia de ello, en la mayoría de las operaciones que se realizaban de activo o pasivo, me da igual, primaba o había un interés que estaba por encima del beneficio al cliente, y este era la consecución de los objetivos fijados para el empleado que firmaba la operación, la oficina de la que dependía, o la territorial a la que pertenecía esa oficina. Objetivos la mayoría de las veces, inalcanzables y absurdos. Este sistema me acabó hartando, y lo abandoné por una vida, donde las metas y los objetivos me los fijo yo, y no señores que desde sus despachos de las centrales, y sin pisar la calle, marcaban estas metas inalcanzables e imposibles. Y por qué hago esta introducción os preguntaréis.
La razón es muy sencilla, estos que fijaban aquellos objetivos, son los que hoy ocupan las primeras páginas de los diarios. Son los culpables del gran drama nacional que nos asola. Y me estoy refiriendo a la crisis económica. Sus redes comerciales cumplían con celo sus órdenes, había que salvar a la gallina de las Black Card al precio que fuese, y sus huestes a pie de calle así lo hacían, preferentes a bebés y ancianos e hipotecas a empleados con un sueldo precario de 1.000 euros. Estos señores fueron los culpables del endeudamiento de la población y del estancamiento de sus ahorros en productos complejos y peligrosos. Se han reído de todos nosotros, órganos de control y supervisión, e incluso del gobierno de turno. Las Cajas eran su cortijo, su tarjeta sin límite. Estos profesionales del derroche no conocían de ideologías, derecha, izquierda, e incluso algunos pertenecían a ese grupo que el día 1 de mayo, defiende  y reclama para los trabajadores un salario digno. Qué paradójico. 
El engranaje funcionaba a la perfección, se turnaban y reemplazaban de forma sutil. Hoy estoy yo, pero tranquilo Povedilla, que mañana te toca a ti. Sus insignificantes sueldos de no sé cuantos ceros, no alcanzaban para pagar una triste entrada de 6 euros, o una compra en el Súper de 4 cositas de na por valor de 7.400 euros, un pan Bimbo y medio de Choped. Tal era su soberbia, amor y apego a la Black Card de Bankia, que hasta el día antes de enterrarla, y aún con el cuerpo caliente, estuvieron dándose La Gran Comilona. 
Sirius&Pichón

2 comentarios:

  1. Soberbio. Así ha sido en Bankia en el resto de las Cajas de este país.

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  2. Divertida forma de tratar un tema feo. Se agradece

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